domingo, 2 de junio de 2013

JOSEP ANTONI CODERCH - EDIFICIO DE VIVIENDAS EN LA BARCELONETA

ARQUITECTO JOSEP ANTONI CODERCH 
EDIFICO DE VIVIENDAS EN LA BARCELONETA

POR: MARÍA CAMILA CELY MORENO













Al Otro Lado de la Fachada


Francesc Català-Roca
Año desconocido
CODERCH, Gustau y FOCHS, Carles (Ed.) Coderch: La Barceloneta. Colegio de Arquitectos de Cataluña, Barcelona, 1996.


La fachada del edificio en la Barceloneta de Josep Antoni Coderch es impactante. No se trata de una fachada atiborrada de elementos innecesarios. Se trata mas bien de una fachada uniforme y con un fuerte componente vertical.  No presenta ésta una permeabilidad evidente, aparece siempre cerrada y da la impresión de querer aislarse de la calle. Dar un vistazo al interior del edificio, sin embargo, resulta esclarecedor y permite aproximarse al espacio que, de carácter muy privado, no se deja adivinar desde fuera.

El espacio observado en la fotografía corresponde al área social del apartamento. Este edificio en particular, se caracteriza por la oblicuidad de sus muros evidente en planta, y que apenas se insinúa en la fachada. Pero el interior consigue suavizar estos ángulos que al principio parecen caprichosos, y los presenta naturales, cuidadosamente pensados para jugar con la perspectiva del visitante y guiarlo por el espacio buscando la luz sin que sea plenamente consciente de este gesto.  La sensación de complejidad laberíntica al observar la planta es equivalente a la riqueza espacial al visitar el interior del edificio.[1]

Como ejemplo claro de lo anterior, aunque quizá no tan evidente, está el entramado de la baldosa. Ubicado en diagonal, su direccionalidad es clara: la ventana que remata el espacio y que le da su carácter jerárquico al tratarse de la más generosa del apartamento en cuanto a iluminación y a vista. Esta ventana, que desde la calle permite adivinar muy poco del interior, desde dentro es un recorte de piso a techo del paisaje natural y urbano, característica que sería fundamental para Le Corbusier: La ventana es una de las metas principales de la vivienda. El progreso aporta una liberación. El concreto armado revoluciona la historia de la ventana. Las ventanas pueden correr de un extremo a otro de la fachada.[2]

La particularidad de la ventana viene dada por la persiana de librillo en material tradicional, responsable del juego de luz y sombra en el interior. La importancia concedida a los materiales se hace presente también en el recubrimiento pétreo de la chimenea, lugar de reunión por excelencia (bien diría Semper que es el fuego el generador de la arquitectura). El diseño del mobiliario es una preocupación no solo de Coderch, sino de los arquitectos modernos en general: el sillón Barceloneta, que se observa  en la fotografía, fue un encargo del arquitecto a los diseñadores Federico Correa y Alfonso Milá. Su propósito es, siendo consecuente con las características del espacio, permitir al habitante sentarse a mirar por la ventana, tener al alcance de la mano un libro o una copa, reunirse alrededor de la chimenea  y disfrutar del tiempo libre característico del habitar moderno.




[1] FOCHS, Carles (Ed.) J.A. Coderch de Sentmenat 1913-1984. Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 1989.
[2] JEANNERET, Charles Edouard. En L’architecture vivante (N° 17). Paris, 1927.





















La Habitación, Reflejo de su Habitante


El despacho de un arquitecto podría ser considerado como un reflejo de su trabajo. Un espacio destinado a la creación no puede ser estandarizado porque es precisamente cada persona quien le da su carácter. Habrá elementos comunes a todos los espacios que sirvan a un mismo fin, como una buena superficie y adecuada iluminación, pero lo que le da al espacio en cuestión su perfil, su sensación de bienestar, lo que hace que sea agradable proyectar en dicho recinto, es el reflejo de la apropiación que el arquitecto hace de él. Así como el despacho del director de la Bauhaus era un reflejo de lo que la escuela en sí representaba, de su trabajo y de sus bases, de la misma forma cada uno de los espacios que el arquitecto hace suyo se va impregnando progresivamente de él. Casi se podría intuir qué clase de persona habita[1] dicho espacio con solo observar la disposición de los muebles, los libros que posee al alcance de la mano, los materiales a los que da especial importancia.

El arquitecto debe sentirse a gusto en su espacio. En las fotografías se puede observar a Coderch en su despacho, sentado ante una mesa. No se dirá que dispuesto a trabajar, porque es consciente del fotógrafo que está frente a él, expectante. Él mismo conoce de fotografía y disfruta de este instrumento para explicar su arquitectura. Las fotografías en blanco y negro le permiten describir su arquitectura de luces y sombras, y las modifica a lo largo de los años, aumentando el contraste aquí, ajustando el brillo allá. En las fotografías interiores de su Edificio en la Barceloneta la luz cumple un papel fundamental al colarse discretamente entre las persianas que componen la fachada. No es su interés la transparencia desnuda de proyectos como la casa Farnsworth, de Mies, que se inundan de luz; prefiere por el contrario un control premeditado e introvertido de la iluminación, creando atmósferas que se cortan sutilmente con los haces de luz que logran atravesar sus fachadas.

Tal vez por eso mismo su despacho no parezca tener, a primera vista, un caudal de iluminación natural. Parece ser, tal como quien lo habita, de carácter reservado. La obra y la vida de Coderch estuvieron siempre marcadas por cierto distanciamiento, con frecuencia propiciado por él mismo, en una actitud de reserva de quien se sabe en posesión de la fuerza.[2] Puede ser por esta razón que gran parte de su obra pase desapercibida en determinados ámbitos, ya que nunca fue su prioridad aparecer en revistas de actualidad o propiciar la publicación de un libro sobre sí mismo. Coderch nunca participó en un concurso por una razón sencilla y contundente: para él la relación con el cliente era de vital importancia. No solamente pretendía hacer un buen proyecto sino establecer una buena relación con quien iría a habitarlo. No se sentiría a gusto entonces en un concurso en el que no pudiera conversar con el directamente implicado por su trabajo. Sin embargo, es incorrecto pensar que el alcance de sus obras fue limitado: perteneció junto a Josep Maria Sostres, Antoni de Moragas y Oriol Bohigas, entre otros arquitectos jóvenes, al Grup R; fue miembro de los CIAM a propuesta de Josep Lluís Sert; y del Team X tras la disolución de los CIAM.


La firmeza en su trabajo se relaciona también con su vestimenta sencilla, elegante e impecable. Colores oscuros resaltan el aire casi taciturno del arquitecto que contempla su trabajo, nunca enteramente satisfecho. Discreto y riguroso, Coderch exige lo máximo de sí y trata de solucionar continuamente el mismo problema, el dormitorio, la puerta, la ventana. Cada pequeño detalle es digno de toda su atención, cada proyecto nuevo es el mismo proyecto anterior que ha vuelto a comenzar. No quiere esto decir que haya caído el arquitecto en una repetición simplista de soluciones, sino que siempre fiel a sí mismo y a su arquitectura, busca trabajar cada vez mejor. Esta rigurosidad se  evidencia en la estantería a sus espaldas: su trabajo parece desbordarse de los límites de las repisas y salta a la vista como constatación de la seriedad de su trabajo y del valor que para él representa. El tenerlos aparentemente clasificados en un orden que tal vez sólo él entienda reafirma la personalidad del espacio, ya actuando como un espejo cada vez menos distorsionado de su habitante. Rafael Santos Torroella, poeta, crítico del arte y amigo suyo, describe una de las paredes del despacho como un “envolvente y mural collage” y resalta la presencia de unas palabras de Einstein que ilustran el pensamiento de Coderch: “La plus belle chose qu’un homme puisse éprouver c’est le côté mysterieux de la vie; là se trouve le berceau de l’art et de la science véritable”.[3]

Pensativo, Coderch enciende un cigarrillo casi sin levantar la vista de los planos, repasándolos una y otra vez. Lleva en la mano izquierda un estilógrafo con el que ha estado trabajando a mano alzada, y lo conserva entre sus dedos aún cuando el cigarrillo entra en la ecuación. Guarda silencio. Puede que junto al fotógrafo se encuentre alguien entrevistándolo y él, leal a su personalidad algo misteriosa, prefiera no contestar –o no de inmediato-. O bien puede no haber entrevistador y se trata de un Josep Antoni Coderch que se cuestiona a sí mismo.

¿Ha tenido de repente claridad sobre lo que se venía preguntando? ¿Qué o quién llama su atención en algún punto a su izquierda? Su posición cambia, y se recuesta sobre la mesa, en una actitud relajada y cautelosa a la vez. Con su estilógrafo listo en la mano para transmitir las ideas que asalten su mente, y el humo del cigarrillo tamizando un poco su expresión, Coderch está de repente llevando una idea adelante, dejando su espacio de trabajo (que podría llamarse también su habitación) embebido con sus cavilaciones  y, efectivamente, edificando después de habitar.


Lluís Casals.
Año desconocido.
FOCHS, Carles (Ed.) J.A. Coderch de Sentmenat 1913-1984. Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 1989.






[1] El hombre es en tanto habita […] No habitamos porque hemos “construido”, sino que construimos y hemos construido en tanto habitamos […] “Edificar” y pensar, cada cual a su modo, son siempre inevitables e ineludibles para la habitación. HEIDEGGER, Martin en CHOAY, Françoise. El urbanismo, utopías y realidades. Editorial Lumen, 1970. P. 532-539
[2] FOCHS, Carles (Ed.) J.A. Coderch de Sentmenat 1913-1984. Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 1989. Pág. 10
[3] FOCHS, Carles (Ed.) J.A. Coderch de Sentmenat 1913-1984. Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 1989. Pág. 233.
La cosa más bella que un hombre puede experimentar es el lado misterioso de la vida; allí se encuentra la cuna del arte y de la ciencia auténtica”. Santos relata que Coderch mantiene la frase en francés porque se resiste a traducir “éprouver” por “experimentar”.











Tradición y Modernidad


Los Pirineos han constituido siempre una barrera que separa culturalmente a España y Portugal del resto de Europa. Se trata de un límite permeable que hoy en día los aviones pueden solventar sin dificultad, pero que más allá de implicaciones físicas o espaciales tiene unas connotaciones históricas y culturales que han hecho que a lo largo de los años el desarrollo de acontecimientos en estos dos países sea sustancialmente distinto que en sus países “vecinos”. De esta forma la Segunda Guerra Mundial -que con tanta fuerza impactó a los países de Europa central- no se vivió con marcada intensidad en esta región.  Sin entrar en detalles sobre los motivos de esta situación al margen de la Europa del sur en época de guerra, es importante recalcar que ya España había vivido su propio conflicto antes de que la mencionada Segunda Guerra estallara: la Guerra Civil española que transcurrió entre 1936 y 1939.

Es de suponer que estas dos conflagraciones ejercieron mayor o menor influencia en el ámbito nacional. Pero sin lugar a dudas el aspecto que más marcaría la arquitectura española de posguerra sería la dictadura de Franco. El régimen franquista impulsaría en la arquitectura un tradicionalismo extremo y un nacionalismo exacerbado que atacarían las ideas del GATEPAC (fundado una década antes) y que resultarían en la muerte o en el exilio de la mayoría de sus precursores. Es en este contexto que una nueva generación de arquitectos surge y reacciona ante la imposición retrógrada trabajando –bien es cierto que tímidamente- por recuperar los ideales de la arquitectura moderna que sus predecesores habían logrado instituir.

Barcelona es la primera ciudad de territorio español en integrar las nuevas ideas del movimiento internacional a su paisaje y a su cultura, ejerciendo una fuerte resistencia política al régimen franquista por saberse una ciudad catalana, mediterránea y “mundial”, además de española[1]. William Curtis postula a Coderch como el arquitecto que mejor supo explotar esas características catalanas manejando un lenguaje coherente, rico en significados y flexible que aunque se inspira en la arquitectura vernácula de muros blancos de la costa mediterránea no cae en el pintoresquismo escénico. Curtis entiende el Edificio en la Barceloneta como una acertada composición a partir de contradicciones: privilegiar la vista sobre el puerto manteniendo un carácter íntimo, favorecer la entrada de la luz guardándose de los rayos directos del sol y fundir el proyecto en la trama urbana sin borrar su modernidad. Coderch integra la tradición española de miradores y persianas en un proyecto moderno convirtiéndose así en una síntesis viviente de lo local y de lo mundial.

Tanta es la fuerza que cobra este edificio que Antonio Armesto escribe un libro exclusivamente sobre él[2], reconociendo tres momentos en la cronología compositiva del proyecto. En primera instancia enuncia un momento naturalista o de impulsos formadores. Es evidente, ya desde este momento, que el proyecto aprovecha las tres fachadas que le ofrece el lugar en el que está situado para atrapar la mayor cantidad de luz. Se dedica entonces a materializar este heliotropismo por medio de operaciones técnicas que a modo de origami empiezan a plegar los muros en busca del sol, como si de un girasol anguloso se tratase. Por último Coderch ha de considerar un tercer momento de composición de fachada, no solo por los problemas que representaría tener una fachada tan permeable tanto en verano como en invierno, sino porque el proyecto es un reflejo de su propio carácter, que prefiere el juego danzante de luces y sombras antes que la imposición cegadora de luz. (Ver anexo)

Estos gestos presentes en su arquitectura no son más que una secuencia lógica de sus acciones y pensamientos. Según lo que relata Juan Daniel Fullaondo en Nueva Forma, en noviembre de 1974[3], a Coderch la figura de Le Corbusier, más concretamente, las sus viviendas unifamiliares le ponen fuera de sí. No solamente estará en desacuerdo con sus soluciones al problema de la vivienda, sino que se verá a sí mismo como la antítesis de un personaje que proclamaba reglas de juego y establecía verdades incuestionables. Para él será más admirable la arquitectura finlandesa, que respeta los valores esenciales del hombre y del mundo que le rodea, y trabaja sigilosamente por crear un espacio habitable.

Siguiendo esta línea de pensamiento, y si bien es cierto todo lo que afirma Curtis sobre la Barceloneta, resulta poco probable que una personalidad como la de Coderch se haya propuesto imponerse en el campo internacional como aquel que reaccionó en contra de la dictadura a través de la arquitectura. Porque no solo hay quien recuerda que Coderch era fiel al régimen franquista[4], sino que además su distanciamiento de los cenáculos de la moda lo hacía la persona menos indicada para iniciar una revolución.

Carlos Flores, que redacta los capítulos correspondientes a España en la obra de Benévolo[5], considera que tras la desavenencia con los postulados de “preguerra” que trajo consigo la victoria de Franco, surgió en Barcelona una serie de arquitectos de tendencia ajena a cualquier compromiso político y autodidactas -sobre todo debido a la situación de aislamiento a la que España se vio reducida tras la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial-. Enuncia entre esta generación a Coderch, a Valls, a Sostres y a Moragas. (Es importante recordar que es con Manuel Valls que Coderch trabaja para la proyección del edificio en la Barceloneta.) Para Flores este edificio es una de las obras más importantes del periodo transcurrido entre 1950 y 1960 por representar el abandono progresivo de las tendencias neoimperialistas que habían caracterizado a los primeros años de la dictadura.

Así, no es a través de la intención de ruptura que se construye una nueva arquitectura. Los espacios para la vida son la principal preocupación de Coderch, que los replantea constantemente siendo consciente de que el proyecto no es el fin, sino la consecuencia; y que ser arquitecto no es el fin, sino el medio para realizar una obra verdaderamente viva.




[1] CURTIS, William. L’architecture moderne depuis 1900. Phaidon Press. Paris, 1982. Pág. 484
[2] ARMESTO, Antonio. Edificio de viviendas en la Barceloneta, 1951-1955. José Antonio Coderch y Manuel Valls. Colegio de Arquitectos de Almería. Medusa, 1996.
[3] FOCHS, Carles (Ed.) J.A. Coderch de Sentmenat 1913-1984. Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 1989. Pág. 230-231
[4] DONATO, Emilio,  en op. cit.  Pág. 8-9
[5] BENÉVOLO, Leonardo. Historia de la arquitectura moderna. Taurus Ediciones. Madrid, 1963.













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Bibliografía General

·        FOCHS, Carles (Ed.) J.A. Coderch de Sentmenat 1913-1984. Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 1989.
·     CODERCH, Gustau y FOCHS, Carles (Ed.) Coderch: La Barceloneta. Colegio de Arquitectos de Cataluña, Barcelona, 1996.
·     JEANNERET, Charles Edouard. En L’architecture vivante (N° 17). Paris, 1927.
      BENÉVOLO, Leonardo. Historia de la arquitectura moderna. Taurus Ediciones. Madrid, 1963.
CURTIS, William. L’architecture moderne depuis 1900. Phaidon Press. Paris, 1982.
ARMESTO, Antonio. Edificio de viviendas en la Barceloneta, 1951-1955. José Antonio Coderch y Manuel Valls. Colegio de Arquitectos de Almería. Medusa, 1996.
·     CHOAY, Françoise. El urbanismo, utopías y realidades. Editorial Lumen, 1970.
·     DORFLES, Gillo. La arquitectura moderna. Editorial Seix Barral. Barcelona, 1957
·     ALONSO, José. Introdução à história da arquitectura. Bookman. Porto Alegre, 2010.



























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